domingo, 1 de diciembre de 2013

Ser o no ser depresiva. Ser o no ser feliz. Vaya uno a saber qué es lo que en realidad le pasa. Para afuera una sonrisa, para adentro un dolor. Tener todo y no poder disfrutarlo. A veces ese todo, no alcanza. Cuando uno pierde las ganas de estar acá, no importa lo que consiguió en estos años. De qué sirve? Este último tiempo logré cosas de las que no me creía capaz. Con ayuda, conseguí llegar hasta lo más alto de mis objetivos. Y sin embargo, hay dolores que llevo conmigo que no los puedo tirar a la basura. 
El sentimiento de inferioridad. La certeza de ser un fracaso como persona para la más importante de mi vida. El dolor de palabras que brotan en medio de exabruptos, que soy incapaz de borrar. Hoy debería brillar de alegría. Hoy debería ser una sonrisa eterna. Sin embargo, soy un llanto ahogado. La tortura de no ser quien esperaban que sea, me persigue y me pisa los talones. O la cabeza. O el corazón.
Que me dejen en claro que les estoy cagando la vida. Ahí radica el dolor y la angustia. Decepcionar una y otra vez. No ser ni la mitad de lo que debería ser. Que prefieran estar muertos, a ser parte de mi vida. Ni un visto bueno a las decisiones que tomo. Estas cosas me desarmar y los platos los paga alguien que nada tiene que ver con toda esta mierda. Los pagan los que están cerca mío porque eligen estarlo. Los pocos que en esta vida pueden ver algo bueno atrás del caos. Defectos? Mil. Pero sé que no soy una mala persona. Sé que puedo dar todo por quienes lo merecen. Mi corazón es grande, roto, pero grande. Solamente crecí un poco, a lo mejor no lo suficiente para ella. Pero sé que no voy a dejarme pisar. Sé que no voy a permitir que me traten como basura. No voy a quedarme callada para hacer feliz a los demás. Hace tiempo que me estoy formando como persona. Tengo ideales, principios, valores y posturas a los que le voy a ser fiel. Rompí muchos en mi vida, me equivoqué mil veces... y aprendí. 

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