Mis pocos años de experiencia me ayudan a darme cuenta que no se puede confiar en un hombre que todos mis actos los considera secundarios. Nada de lo que hago vale la pena como para llevarme orgulloso y mostrarme al mundo aunque el delineador y el viento me hayan jugado una mala pasada.
Pero hoy no te tengo conmigo, y eso, aunque vos no puedas verlo, duele mucho. Porque nos inventamos miles de utopías. Soñamos con nuestras vidas de ‘grandes’. Nuestros hijos y las peleas por los colores.
Fuiste un antes y un después. Terminada esa aventura que me inquietó y me llenó (por dentro y por fuera) de felicidad, ya no soy la misma. No puedo caminar sin pensar que por ese lugar habíamos transitado juntos. No puedo abrazar, sin pensar que así me rozabas vos (o que no era tu forma de estrecharme entre tus brazos). Mi mundo se redujo a extrañarte, no es divertido, te lo puedo asegurar.
Tus apariciones son lo peor. Porque me muero por besarte y decirte cuando te necesito, pero no puedo. No podría perdonarme ser tan débil antes tus labios, caer otra vez en tus mentiras. Mi entorno no podría soportarme así otra vez, ya no hay manos que quieran levantarme al verme a tus pies una vez más. Duele, todo duele.
Te necesito tanto. Y no te amo, pero mi corazón te pertenece más que a cualquier otro. Entendelo, muero por tenerte. Por que me digas que querés que sea tuya, por tus celos sin razón, por tus peleas absurdas, por esas noches repletas de besos y caricias, por esas charlas bien tarde, por verte dormir una y mil veces más. Se está volviendo cada día un poco más difícil.
Tengo que admitirlo, me enamoraste y no tengo coartada. Pero te miro y en tus ojos no veo nada para mí. Por vos me jugué, con vos me arriesgué, y con esta aventura gané más enemigos que amigos. Y te perdí a vos. No me lo perdono.
Se que no cambias, es lo que más me cuesta entender. ¿Por qué no podés ser normal? ¿Por qué no podés quererme sólo a mí? Ya no tengo palabras para describir lo que me provocas.
Siempre vuelvo a vos, siempre volvés a mí (o eso me intentas hacer creer), ojala alguna vez sea algo sincero.
Pero hoy no te tengo conmigo, y eso, aunque vos no puedas verlo, duele mucho. Porque nos inventamos miles de utopías. Soñamos con nuestras vidas de ‘grandes’. Nuestros hijos y las peleas por los colores.
Fuiste un antes y un después. Terminada esa aventura que me inquietó y me llenó (por dentro y por fuera) de felicidad, ya no soy la misma. No puedo caminar sin pensar que por ese lugar habíamos transitado juntos. No puedo abrazar, sin pensar que así me rozabas vos (o que no era tu forma de estrecharme entre tus brazos). Mi mundo se redujo a extrañarte, no es divertido, te lo puedo asegurar.
Tus apariciones son lo peor. Porque me muero por besarte y decirte cuando te necesito, pero no puedo. No podría perdonarme ser tan débil antes tus labios, caer otra vez en tus mentiras. Mi entorno no podría soportarme así otra vez, ya no hay manos que quieran levantarme al verme a tus pies una vez más. Duele, todo duele.
Te necesito tanto. Y no te amo, pero mi corazón te pertenece más que a cualquier otro. Entendelo, muero por tenerte. Por que me digas que querés que sea tuya, por tus celos sin razón, por tus peleas absurdas, por esas noches repletas de besos y caricias, por esas charlas bien tarde, por verte dormir una y mil veces más. Se está volviendo cada día un poco más difícil.
Tengo que admitirlo, me enamoraste y no tengo coartada. Pero te miro y en tus ojos no veo nada para mí. Por vos me jugué, con vos me arriesgué, y con esta aventura gané más enemigos que amigos. Y te perdí a vos. No me lo perdono.
Se que no cambias, es lo que más me cuesta entender. ¿Por qué no podés ser normal? ¿Por qué no podés quererme sólo a mí? Ya no tengo palabras para describir lo que me provocas.
Siempre vuelvo a vos, siempre volvés a mí (o eso me intentas hacer creer), ojala alguna vez sea algo sincero.
Lo escribí hace mucho. Lo encontré recién hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario