jueves, 27 de junio de 2013

Mi enamoramiento roza lo enfermo, lo absurdo, lo imposible, lo inexplicable. Lo acepto. Retrocedí a los 17 años, en los que me pasó con una persona que tan lejos tenía, que tan poco conocía.
Esta vez es distinto. Esta vez, escucho su voz desde que me levanto, hasta que me duermo. Y creo que, por primera vez en mi vida, me concentro en las letras y no me busco. No espero encontrarme en cada canción. Reconocer alguna frase con la que identifique alguna vivencia o anécdota que guarde en mí. Por el contrario, espero encontrarlo a él. Y realmente siento que lo logro. Creo conocer algunos de sus miedos y de sus heridas. Y me asusto y las sufro con él. Desde acá, claro. Y sólo las que se animó a componer. Cuántas tristezas tendrá que nunca voy a conocer...
Hacía mucho tiempo que no sentía esta plenitud. Hoy siento que tengo todo en mi vida para ser feliz. Mi familia, mis amigos, mis dos colores, mis bandas y mi música. Y por él, no me importa tener que subirme a un colectivo durante 3 horas para escucharlo cantar 9 canciones y volverme a mi casa. Lo hago porque escucharlo cantar, es aprender a vivir  un poco más. Es encontrar qué camino seguir. Una idea que forjar. A ellos les debo haber aprendido quién es Luciano Arruga y por qué no está. Y les debo mucho más que eso.
Dos auriculares y el mundo se frena para nosotros.

No hay comentarios: