Algunos días tengo esos arranques de -no sé qué- que ni yo soporto. Esos arrebatos que hacen que me arrepienta por días, semanas, meses. Cosas que no me perdono. Que por falta de experiencias, por inseguridad, terminan arruinando algo tan lindo.
Hoy era un día de esos perfectos. Despertarme y que me digas 'vení a abrirme la puerta que hace calor'. Verte después de 4 días. Realmente hermoso. Tenerte conmigo es lo mejor que me puede pasar. Y veníamos bien. No me costaba casi nada decirte las cosas a vos, en la cara (aunque siempre por escrito es más fácil). No sé que pasó hoy. Esa impotencia porque las palabras no salen. Me moría por decirte lo que tanto te costó sacarme. Mi obsesión por lo perfecto me volvió a jugar una mala pasada. Por intentar que todo sea como vos querés, como a vos te gusta. Sin darme cuenta que si sigo haciendo las cosas a mi manera, van a gustarte. Porque me aceptás, porque me respetás, porque me valorás.
Y volví a llorar con esas cinco letras que me llenan el alma. Y ya estoy en mi casa rogando que sea mañana para volver a verte. Para volver a amarte. Y vamos de a poco (o de a mucho), pero vamos. Nos me sueltes nunca más mi amor. Y cuando me empaco, ayudame a seguir. Ayudame a hablar. Vos sos el único capaz de lograr ciertas cosas en mí. Te voy a estar siempre agradecida.
Y esta vez no lo voy a escribir. Sabés perfectamente.
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