miércoles, 18 de febrero de 2009

Nunca voy a poder explicar lo que generaste en mí. Fue el fin de semana más lindo de mi vida.
No me molesta que me tilden de cursi e ilusa. Ellos no estaban ahí. No estaban cuando me llenaste (y no exagero) de besos y caricias. No escucharon todos los consejos que me diste para que crezca como mujer. No tienen idea de la forma en la que me cuidaste. Nunca voy a borrar de mi cabeza cada cosa que hicimos juntos en esos dos días. Esos intentos de enojo que el único objetivo que tenían era ese intento de reconciliación.
Me cuesta pensar que no te pasó lo mismo que a mí. Por eso te creo, y tanto tus ‘te extraño’ como los míos son los más sinceros de este último tiempo.
No dormir acostada en tu pecho me obliga a regalarme al insomnio, y al incansable recuerdo de dormirme y tenerte tan cerca. Despertarme, levantar la cabeza, no verte y hacer lo imposible por escuchar tu voz en medio de tantas voces. Y que te asomes a preguntarme si me sentía bien. Nuestra siesta (que lo que menos hicimos fue dormir), con todas esas pruebas de tolerancia. La cantidad de mosquitos que había, el calor, el sol entrando por todos lados y las colchonetas que lo único que desprendían era calor. Esos besos lindos que no cambio por nada. Mi perfume en vos. Las ‘cagadas de verga’ con mis preguntas incómodas y desubicadas. Aprender que tengo que callarme en un momento.
Todo. Y ahora volvimos a la realidad. Y te extraño como no pensé que iba a extrañarte. Y escucharte la voz por teléfono devolvió parte de esa fantasía hermosa que fue tenerte solamente para mí.
Hasta tengo que agradecerte. Por dejarte llenar de mí, por llenarme de vos. Por escuchar cada cosa que decía, por mirar cada detalle y por dejarme enseñarte la tabla del nueve de una forma mucho más fácil. Por decirme ‘pibita’ y reírte. Por tener esos dos pocitos en los cachetes que son lo más. Por demostrarme que cuando quiero puedo ser buena y hasta tierna.
Por los cálculos, por las caricias, por los besos, por hacerme upa en la pileta, por ser Noah en la interpretación de la escena más hermosa de la película. Por hacerme dejar de temblar; pero mucho más por hacerme temblar.
En realidad, las palabras ya no expresan todo lo que me pasó. Tener un hombre con todas las letras tan cerca. Ser conciente que sabés lo que hacés (aunque después me decías ‘no se que voy a hacer con vos’), que cada movimiento, cada palabra y cada detalle estaba donde tenía que estar. Que nada estaba tirado al azar. Para mí fue así. Tenía un hombre y no un nene de mi mano. Eso es incomparable. Una vez más, y aunque sea más que obvio: Gracias.
Gracias a vos también prima,
sin vos jamás hubiese pasado.
Te amo conchuda!

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